A sus 28 años, Eduardo ha comenzado a ir a una piscina para aprender a nadar. De pequeño, el miedo al agua le hizo desistir. Su autismo le ha impedido desarrollar muchas de las actividades que generalmente realiza un joven de su edad. El cambio de actitud, por increíble que parezca, está relacionado con la terapia con dos perros, Luna y Loba, a la que se somete desde hace un año en la sede de Autismo-Aragón, en Zaragoza. “Eduardo tenía bastante miedo a los perros y lo ha perdido. Ha adquirido confianza en sí mismo y ha aprendido que enfrentándose a los problemas puede llegar a superarlos”, explica Vicente Cuairán, terapeuta de la Asociación Nacional de Terapias y Actividades-Asistidas por Animales (Anta).
La terapia con perros en autismo es un proyecto piloto que desarrolla desde hace tiempo esta entidad, con sede en Madrid, con el fin de paliar la carencia de métodos terapeuticos en esta patología: “Intentamos paliar el déficit de comunicación que padecen, su nivel de socialización e imaginación”, señala este terapeuta, que se traslada cada semana desde Madrid para trabajar con ocho niños con edades comprendidas entre los 6 y los 28 años. Algunos reciben la terapia en el colegio Paidós, centro de educación especial.
La idea de utilizar un perro con los niños autistas parte del hecho de que el nivel de comunicación que exige un animal es muy inferior al que plantea un humano. “Por ejemplo, intentamos que estos chicos expresen órdenes del tipo siéntate, levántate. Una única palabra es suficiente para que el animal le obedezca”, apunta el terapeuta. No obstante, la situación varía mucho de un chico a otro, en función del nivel intelectual que posea, o de su capacidad para el lenguaje verbal.
Con esta técnica se pretende cambiar los roles a los que habitualmente está acostumbrado un niño con autismo. “Buscamos que ellos controlen su propio entorno, propiciamos que den órdenes, algo que jamás han hecho”.
Con esta técnica se pretende cambiar los roles a los que habitualmente está acostumbrado un niño con autismo. “Buscamos que ellos controlen su propio entorno, propiciamos que den órdenes, algo que jamás han hecho”.
Hay que tener en cuenta que para un niño que padece autismo es fundamental la rutina y respetar siempre los mismos horarios, porque eso les ayuda a ubicarse dentro del propio día. Estos niños además están acostumbrados a que la actividad diaria esté siempre organizada por los adultos. “Con el perro cambian los roles. El niño ordena al perro, al mismo tiempo que se le da la posibilidad de alterar el orden de las fases en que está organizada la terapia”.
Pero los aspectos que se trabajan con esta técnica van mucho más allá. Se intenta estimular su capacidad de afecto. La mayoría siente cierto miedo a los animales. Así que la aproximación es progresiva hasta que adquieren confianza. “Aprenden a acariciarle el lomo, como si fuera un juego, y se dan cuenta de que nos les pasa nada, y de que el animal les corresponde cariñosamente. Esto es fundamental, porque estos chavales no suelen tener adquirida la habilidad de dar afecto”, apunta Vicente Cuairán.
La terapia es también una excusa perfecta para trabajar otro tipo de cuestiones, como la expresión de emociones y las actitudes presociales. Se tiene en cuenta también el saludo voluntario, cuando acuden o se van de la sede de Autismo-Aragón, donde se realizan las clases. La terapia busca reconocer las distintas partes del cuerpo, propiciar un acercamiento al animal, darle de comer y de beber, órdenes, acariciarle, ponerle la correa y pasearlo en primer lugar en el local y después por la calle. “Es increíble verlos acercarse a Lobo y Luna. Al final comienzan a sentir afecto por estos animales a los que hace unos meses temían”, comenta satisfecho el terapeuta.
“Es necesario que a estos niños les tratemos como personas normalizadas. Es falso que sean como trozos de hielo. En absoluto. Tienen sentimientos. Cuando les ofreces algo que les gusta te sonríen y si no les gusta, se enfadan”. Éste es el llamamiento que tanto el terapeuta como los representantes de Autismo Aragón lanzan a la opinión pública. Del mismo modo, recuerda la necesidad de que los padres de los niños con autismo dejen de sentirse culpables, como ocurre en ocasiones. En este sentido indican algunas pautas que para los afectados son primordiales. A los niños autistas no se les puede hablar demasiado, ni muy rápido. Las palabras son aire para ellos. Necesitan horarios fijos y rutina, y les resulta complicado comprender el sentido de muchas cosas que se les piden que hagan.
Es necesario mucha paciencia ante las conductas aparentemente alteradas, porque en realidad son reflejo de su forma de enfrentar el mundo, desde su especial forma de ser y percibir. También hay que tener en cuenta que, además de autistas, son niños, jóvenes y adultos y comparten muchos de los gustos o preferencias con su grupo generacional. El autismo es una alteración severa del desarrollo y de la comunicación que aparece antes de los 30 meses de vida. Se da en un niño de cada mil. Una joya que necesita un poco más de atención.
Federación española de Padres de Autistas.
MADRID
No hay comentarios:
Publicar un comentario